El cambio climático está transformando profundamente la industria del deporte. El aumento de temperaturas, los fenómenos meteorológicos extremos y las temporadas alteradas obligan a atletas, organizadores y aficionados a replantear cómo se desarrollan las competiciones. Desde el fútbol hasta el esquí, todas las disciplinas se ven afectadas.
Los estadios de fútbol enfrentan olas de calor récord que ponen en riesgo a jugadores y público. Las estaciones de esquí pierden fiabilidad en sus temporadas de nieve, lo que obliga a usar nieve artificial o cancelar pruebas. Los maratones ajustan horarios y recorridos. Los torneos de tenis introducen pausas de enfriamiento e invierten en sombra e infraestructuras hídricas.
Más allá de las competiciones, el cambio climático amenaza instalaciones deportivas. Los estadios costeros sufren el aumento del nivel del mar, los campos de golf padecen sequías y los circuitos de motor se ven dañados por tormentas. Federaciones, patrocinadores y clubes están bajo presión para adoptar estrategias sostenibles y reducir emisiones.
La respuesta incluye energías renovables, programas de reducción de carbono, viajes responsables y estadios ecológicos. Sin embargo, persisten desafíos porque el transporte, la construcción y la difusión televisiva siguen teniendo un fuerte impacto ambiental.
Al mismo tiempo, el deporte tiene un poder cultural único. Los aficionados siguen con atención a sus atletas y equipos, lo que genera una plataforma eficaz para concienciar e inspirar acción climática. Sin medidas urgentes, muchos deportes al aire libre serán cada vez más difíciles de practicar. La sostenibilidad ya no es una opción, es la condición para garantizar el futuro del deporte.